“¡Qué horror, me dolió un chin!..”: muere tras cirugía estética

Enrique sólo quería hacerse unos “detallitos”; 5 días después fallece; antes contó a un amigo el viacrucis que vivió, pues la anestesia no hizo efecto

Por: Edel Osuna

Cinco días después de someterse a una cirugía estética, una liposucción completa, que en palabras del propio médico no le dejó gota de grasa, Enrique falleció.

"¡Qué horror, me dolió un chin!", se escucha decir al joven de 32 años de edad, originario de Guasave, Sinaloa, en un audio que le envió a un amigo suyo, al que le contó su experiencia.

Y es que antes de la operación, a Enrique los especialistas le explicaron que sería una intervención no invasiva y mínima, por lo que no habría riesgos.

Sin embargo, a los pocos días de salir de la clínica, que en realidad era una casa, cuyo espacio no era el apropiado para una cirugía, comenzó a tener complicaciones, que le llevaron a una muerte provocada por un émbolo de grasa.

EL CASO

Enrique deseaba eliminar la grasa de la papada, así como retirarse los "gorditos" de los oblicuos, para lo cual acudió con un cirujano que llevaba a cabo esas intervenciones.

El médico, un afamado especialista, le explicó que el equipo que le acompañaba era sumamente profesional, por lo que, confiado, el 18 de septiembre el joven se presentó en la "clínica", la casa habilitada como quirófano, pero que en realidad no lo era.

Para acabarla de amolar, tampoco se presentó el cirujano, y pese a que el profesional no se presentó, pero aún así la operación se llevó a cabo; a las horas de haber concluido la cirugía, Enrique fue enviado a casa, sin vigilancia ni seguimiento médico.

EL INFIERNO EN CASA

Cuando "Kike", como le llamaban afectivamente, comenzó a tener problemas y mucho dolor, a través de audios le explicó a un amigo el viacrucis que vivió en la clínica.

En el audio se escucha al hombre decir que la anestesia no hizo efecto, pues durante la operación tenía sensibilidad.

“Mi lado derecho como que no se durmió bien, tenía mucha sensibilidad, sobre todo en la parte de arriba, donde entraba la cánula en dirección de mi pecho derecho y cuando rosaba con mi verruga también, ¡ay no!, ahí sentía mucho, sentía mucho ardor cuando entraba y salía la cánula".

Revela que les decía a quienes estaban en el "quirófano" que le pusieran más medicamento, pero que, presuntamente, no le hacía efecto, y a continuación expone cuál fue el momento más doloroso: "Lo que sí me dolió un chin… fue la lipo papada, ¡ay no, no, no!, ¡qué horror!”.

En su casa, Enrique comenzó a padecer complicaciones: fiebre, dolor y mucho sangrado, además de alucinaciones y falta de oxigenación; cuando preguntaron al médico a qué se debía, les explicó que eran síntomas posoperatorios, que sólo requería vitaminas; sin embargo, a los tres días fue internado en una clínica particular.

El diagnóstico no fue demoledor: trombosis pulmonar provocada por un émbolo de grasa, la cual se incrustó en la arteria pulmonar.

Sus familiares explicaron que el médico les dijo que, habitualmente, operaba con otro cirujano, uno que la familia de Enrique conocía, pero que el día de la intervención no acudió, pues como se trataba de una "minilipo", no era necesario que ni él estuviera ni tanta gente estuviera presente, además de que no sería invasiva, por lo que la cirugía se llevó a cabo con sólo tres personas.

Cuando las complicaciones se hicieron más graves, desesperados por salvarle la vida, lo llevaron de la clínica particular al Hospital General de Guasave y de allí lo remitieron a una clínica en Los Mochis.

Sin embargo, el cuerpo de Enrique no soportó y días después tuvo falla multiorgánica, además de cuatro paros cardiorrespiratorios; lo rescataron de las garras de la muerte en los tres primeros, pero el último ya no hubo nada qué hacer y dejó de existir.

Ahora, su familia demanda justicia, y el mismo día en que el cadáver de Enrique era velado interpuso una demanda penal, pues hubo negligencia total en el caso, aunado a que existen versiones de que quien operó al fallecido fue un familiar del cirujano, pues presuntamente le perforó órganos.

Del cirujano no han quedado nada, ni en las redes sociales en las que se promocionaba como un especialista: borró toda publicidad de los servicios que ofrecía, además de que el número de celular manda a buzón.

Y lo que para Enrique era unos pequeños arreglos para mejorar su apariencia, para el responsable de la cirugía sólo fue una víctima más que le proporcionaría lo que buscaba: dinero, que se tiñó de la sangre de un hombre joven con una vida por delante.

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