Se fueron a buscar una mejor vida, pero encontraron la tragedia de modo terrible y fueron sepultadas clandestinamente
Por: Edel Osuna
Ambas llegaron con el sueño de una mejor vida; eran primas, quizá inseparables, que juntas emprendieron el camino hacia un futuro, que a la postre resultó trágico, pues fueron asesinadas y sepultadas clandestinamente en Guaymas.
Son Greis Yoheli Sañudo Armenta y Guadalupe Sañudo, quienes siendo desempleadas en Sinaloa, vieron en el puerto sonorense la oportunidad para mejorar; Greis Yoheli era madre de dos pequeños y tenía poco separada de su pareja.
El domingo 6 de febrero partieron a otra tierra acompañada de su primo Manuel Cecilio Flores Sañudo y de Francisco David Felicián, pero jamás pensaron que al día siguiente de su llegada, el 7 de febrero, la muerte los topó, primero a los hombres los mataron a balazos en el parque Infantil del fraccionamiento Colinas de Miramar, por el bulevar Faustino Flores Serna; uno dejó de existir en el sitio de la balacera y el otro en el hospital; de ellas no se supo más.
Su desaparición alarmó a su familia en el vecino estado, que al perder toda comunicación con ambas, de inmediato solicitaron el apoyo de la sociedad a través de redes sociales para dar con su paradero.
Doce días después, una mano emergió de la tierra en el rancho El Caballo, fuera de Guaymas, donde trabajadores encontraron la extremidad; sin embargo, no era un cuerpo, sino dos: las primas Sañudo.
Y de Sinaloa querido salieron llenas de sueños, pero volvieron en dos ataúdes: uno rosado y el otro morado.
EL REGRESO A CASA
Retornar a casa no fue tarea sencilla, pues las familias de las jovencitas son de escasos recursos, por lo que una mujer, Mirna Nereyda Medina Quiñónez, fue pieza clave para que los cuerpos de Greis Yoheli y Guadalupe retornaran a que les dieran el último adiós.
Y es que Mirna fue el enlace entre los gobiernos de Sonora y Sinaloa para que entregaran a las familias sus cadáveres.
Así, la tarde del sábado 19 de febrero, juntas, como cuando salieron a trabajar, las primas hicieron su último viaje.
Quienes les conocieron se refirieron a ellas como unas mujeres hermosas, alegres, trabajadoras y en medio de los suyos, el cortejo fúnebre, compuesto de dos carrozas: una negra y la otra gris, salió rumbo a la que sería su última morada.
Primero pararon en ejido Macapul, donde Guadalupe tuvo breve velación; luego se reunió con Greis a la entrada de Ahome, acompañadas de dolientes, en su mayoría jóvenes, que portaban una playera blanca de algodón con la imagen de Greis Yoheli.
Luego se dirigieron al barrio donde convivieron; luego caminaron por la carretera hasta cruzar medio pueblo; ya en la iglesia el cortejo se detuvo; ahí, con una bocina tocaron las canciones preferidas de las muchachas; después, sones yoremes.
Después, los violines y los tambores pusieron a ejecutar danzas yoremes, pero sin la indumetaria que les acompaña. Ahí ejecutaron dos piezas y en un mar de lágrimas algunas brindaban por ellas.
Pero el dolor dejó paso a la molestia de los familiares, quienes encararon a quienes cubrían el sepelio; sin embargo, una persona mayor se disculpó por lo ocurrido.
Y ahí, entre los suyos, arropados por el dolor de la terrible pérdida de dos hermosas mujeres, llenas de esperanzas y anhelos, quedaron sus cuerpos cubiertos por la tierra del panteón que los retendrá para, al menos, tener una tumba digna donde acudir a recordarlas y no quedaron en el limbo de tanto desaparecido.