Un debate cuestionado

Carretera de la muerte

Por: Gerardo Armenta

Por razones de fácil o elemental comprensión, el debate presidencial efectuado el domingo anterior estuvo lejísimo de propiciar una deseable aceptación ciudadana o una rigurosa sintonía política. Sin duda, lo que ocurrió con ese evento se veía venir desde mucho tiempo antes de la víspera. No es por nada, pero el pasado martes 2 de abril del año en curso, en este mismo espacio se registraron algunas consideraciones con respecto a lo que cabría esperar de ese llamativo encuentro que no convalidó en hechos los alcances que valió la pena suponer.

Con la venia de la lectoría, quisiéramos recordar aquí algunas de las consideraciones planteadas en este mismo espacio antes de la realización del evento aludido. Por ejemplo, se dijo lo siguiente: “…El problema realmente tiene que ver con la idea y el formato del debate…Por lo visto y sabido, no se tiene nada a la mano que permita suponer que el evento dominical venidero resultará distinto. Es decir, que una vez más se tendrá el mismo formato que siempre se ha utilizado para desahogar eventos de este tenor. En México los debates presidenciales suelen ser todo lo que se quiera y mande, pero a menudo sólo se trata de lances que deliberadamente no llegarán a ningún lado, ya sea por disposición de sus protagonistas o por reglas del organizador del evento”.

Y lo que son las cosas: eso fue lo que más o menos pasó (con mayor énfasis en el más que en el menos) en el debate presidencial a que se alude. Un evento llevado a cabo con más pena que gloria y que hoy mismo su particular esquema operativo está siendo criticado o cuestionado por los deplorables modos que singularizaron su particular realización. El problema del problema es que, por lo visto, no se advierten (por lo menos hasta ahora) motivaciones por parte de los mandos del INE para modificar el modo de ser del debate presidencial. Allí prácticamente están alegando (aunque no lo dicen textualmente de este modo) que echando a perder se aprende. Pues sí, diría el que dijo.

Atendamos otros asuntos de interés público. Por ejemplo, vale subrayar que en Huatabampo, por ejemplo, no cesa, sino al contrario, la inconformidad de militantes priistas por el modo en que se resolvió la selección de los candidatos a Sindicatura y dos regidurías en el marco de la alianza en que está el tricolor con el PAN y el PRD. En este contexto, Nadia Salazar Urbalejo, presidenta de la llamada Corriente Crítica del priismo local, produjo severos señalamientos en contra del mando tricolor estatal.

No estará de más señalar que en la Tierra de los Generales no han dejado de tundirle recientemente a los que antes se reconocía como jerarcas del PRI en la entidad. Pero los tiempos cambian y hoy resulta harto común que mandos partidistas de ese nivel se vean cuestionados por la militancia. Ni más ni menos que como está pasando, insístase, en la otrora apacible plaza priista huatabampense. En lo dicho: los tiempos cambian.

De este modo, es preciso reconocer que Salazar Urbalejo no tuvo precisamente expresiones muy comedidas o cordiales para Rogelio Díaz Brown, dirigente priista estatal, y Emeterio Ochoa, secretario de Organización. Lamentó que se siga incurriendo en viejas prácticas sin aprender de los errores, los cuales, dijo, han llevado al PRI a derrotas electorales. Efectivamente, así es como han ocurrido las cosas en el ámbito priista. Salazar Urbalejo anunció una reunión para que sean los mismos priistas, “esos que se la parten en la calle”, los que tomen las decisiones respectivas. Aquí hay una lección que el PRI en general parecería que dejó para mejor ocasión: olvidar a quienes, precisamente, “se la parten en la calle”.

Suscribamos un último apunte para cerrar los comentarios de este día. ¿Sabe usted que en el mapa municipal de Navojoa existe algo que se conoce como la carretera de la muerte? Ésta, que se antojaría más una expresión literaria o cinematográfica, es una realidad plena en el ámbito sureño. Se trata en realidad de la carretera Navojoa-Tesia-Camoa. No en balde tal ruta está considerada como un peligro latente para automovilistas y para quienes deben circular por ese rumbo geográfico.

Al parecer, quienes más se exponen al transitar por esa singular carretera son los motociclistas por el exceso de velocidad con que suelen conducirse, en realidad vayan por donde vayan. En general, es común que en la carretera a que se alude se produzcan hasta cuatro accidentes viales a la semana. Los riesgos se explican por la angostura que tiene desde su construcción, tiempo en el que no se consideró la evidencia de que el tránsito por esa carretera (hay que incluir carretas y peatones) llegaría a ser muy intenso. Esta es la realidad de la carretera de la muerte. Bien se haría en despojarla de esta denominación. No importa que los trabajos respectivos se hagan en tiempo electoral. Así que…

armentabalderramagerardo@gmail.com

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