Las presas regionales
Por: Gerardo Armenta
La Ucamayo. He aquí un organismo sin el que muy posiblemente no podrían entenderse los alcances históricos de la agricultura en el sur del estado. No en balde siglas como las anteriores se traducen como Unión de Crédito Agrícola del Mayo. Hoy, sin embargo, lamentablemente las cosas no le pintan bien del todo.
Y quizá su recuperación institucional no resulte tan fácil de lograr, lamentablemente, por lo menos en lo inmediato, a partir de la evidencia sobre el estado de cosas tan adverso que enfrenta un quehacer tan noble y especial como la agricultura. Poco a poco fue posible advertir cómo el sentido productivo de la tarea agrícola vino demeritándose en perjuicio de los productores, al grado de que hoy las cosas respectivas, como bien se sabe, están contra la pared. El problema es que no se avizora un principio de solución o remedio para tal estado de cosas.
En la Ucamayo, por ejemplo, una situación como la descrita ha propiciado, insólita aunque explicablemente, que casi el 40% de sus socios haya dejado de serlo. Este organismo llegó a tener como membresía alrededor de 320 socios. Actualmente la lista de agremiados se ha reducido sensiblemente, en tanto que llega a 180 elementos. De tal estado de cosas se infiere que muchos productores agrícolas de la región han dejado de serlo para dedicarse a otros quehaceres que tienen que ver con el comercio.
Datos como los anteriores fueron planteados en público por José Arturo Morales, presidente del Consejo de Administración del Grupo Ucamayo. A primera vista no deja de llamar la atención que un conglomerado de productores agrícolas como el aludido, atraviese actualmente por una situación tan crítica. Sin embargo, al final, como casi siempre suele suceder, los hechos son los hechos. Y los que tienen que ver con el quebranto del mencionado organismo de productores se explican por sí solos, como también suele suceder a menudo en circunstancias de esta naturaleza.
La crisis general del sector agrícola regional se debe a factores tan conocidos como los bajos precios en general existentes en el mercado respectivo, la desaparición de la Financiera Rural y la escasa rentabilidad que terminó por afectar actualmente la siembra de trigo. Está también el mercado internacional respectivo, poco favorable para el quehacer agrícola. Y tampoco puede dejar de mencionarse en este recuento la sequía de los últimos años. No en balde, entonces, la Ucamayo ha perdido una porción significativa de membresía. Tal es hecho lamentable, sin duda, que ojalá pudiera corregirse en lo inmediato.
Un esquema práctico de alguna manera relacionado con el anterior, si bien con otro perfil, es el que alude a la situación imperante en las presas regionales Pilares y Mocúzari. Como fatalmente se pensó que llegaría a suceder, en uno y otro lugar los registros de embalse han llegado a niveles verdaderamente críticos, en virtud de su bajo registro. La situación, hasta donde alcanza a percibirse, es bastante seria, con el agravante de que podría llegar a serlo todavía más. Cuando no es una cosa es la otra, por lo visto.
El caso es que el almacenamiento de agua en las presas sureñas podría estimarse poco optimista en función de las realidades imperantes. Y es que al concluir el ciclo agrícola, según datos oficiales, en la presa Pilares existe un volumen de 12 millones de metros cúbicos, mientras que en la del Mocúzari su volumen asciende a 9.90 millones de metros cúbicos. De acuerdo con una observación al respecto, ambas presas quedaron cerca de la sequía total después del ciclo agrícola.
Los datos anteriores fueron planteados por Rafael Valdés Avilés, gerente de Operaciones del Distrito de Riego 038 del Río Mayo, quien dijo que las condiciones de las presas sureñas son catastróficas en virtud de los efectos climatológicos reinantes. Y pensar que, en un añadido al tema, todo cambiaría como por arte de magia si se genera una buena (¿no necesariamente cuantiosa?) temporada de lluvias. Hoy parecería un jeroglífico vislumbrar siquiera cómo vendrá (si es que vendrá) la próxima temporada de lluvias.
Es preciso asumir que las cosas al respecto ya no son como antes cuando los veranos resultaban plácidos y reconfortantes con temporadas de lluvias copiosas y espectaculares. Hoy eso ha quedado precisamente en el recuerdo. Aunque, en realidad, suele decirse que la esperanza es la que muere al último, debe admitirse que este es un dicho realmente más teórico que práctico. Porque no puede negarse que las cosas en la materia se están poniendo complicadas en muchas partes del país (en el norte ni se diga) por la falta de agua. Por lo visto, el destino finalmente estaría terminando de alcanzarnos. Y esta realidad nada tiene que ver con la renombrada película del mismo nombre.
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