Una buena parte de los periodistas que acudieron a La Mañanera del Presidente Andrés Manuel López Obrador
Salieron echando pestes porque, según ellos, solamente preguntaron aquellos “amigos” de los jefes de Comunicación Social.
Algunos colegas locales sí recibieron sus acreditaciones para ingresar al 60 Batallón de Infantería, pero a otros les llegó a destiempo o simplemente no les llegó, a pesar de haberse registrado en tiempo y forma. Pero de nada le valió a los que sí la obtuvieron porque de todos modos no los dejaron preguntar.
Lógicamente, las críticas no se dejaron esperar y las culpas, junto con los epítetos, se repartieron a diestra y siniestra para que cada servidor público tomara lo que le correspondía.
Uno no puede explicarse por qué los políticos buscan tan afanosamente los puestos públicos si cuando llegan a ellos muestran una piel tan sensible que al menor contacto sangran como si los hubieran crucificado. Como dijo el clásico: “El que no quiera ver fantasmas, que no salga de noche”. Así de sencillo.
Estar en este gremio ha permitido ver a lo largo de los años cómo los amables candidatos, que casi se tropiezan con los micrófonos cuando ven uno en sus actos de campaña, a la hora de que obtienen el triunfo se transforman completamente y ven en las cámaras casi casi a un enemigo y, en mayor medida, a los periodistas que las llevan.
Habría que recordarles que una labor de Comunicación Social no puede ser entendida como efectiva si se enfoca a tratar de esconder los hechos cotidianos de las autoridades.
Creen que el sol se tapa con un dedo en tiempos en que la tecnología facilita a los ciudadanos, incluso sin ser periodistas, diversas formas de comunicarse, aunque sea de manera informal.
Si no hay críticas hacia el ejercicio del poder, los gobernantes seguirán en sus burbujas rosas en las que los delitos no existen, las calles están tan tersas como mesas de billar, los servicios públicos no tienen fallas y los problemas se resuelven con frases efectistas como “abrazos, no balazos”.
De cualquier forma, el encuentro del Presidente de la República con los pueblos originarios de Sonora ha de traer muchos beneficios y por ello los guarijíos y mayos renovaron ayer su esperanza en que este hombre realmente cumpla los compromisos pactados en todos los ámbitos en los que los indígenas han sido mal tratados por los gobiernos y la sociedad misma.
Este día, el encuentro será con los yaquis y posteriormente con los presidentes municipales, lo cual augura que habrá anuncios mediante los cuales las comunidades y sus pobladores puedan resolver muchos de los problemas que hoy les aquejan.
Los que se lanzaron duro ayer fueron algunos de los habitantes de Loma de Guamúchil que pidieron la salida del INPI de las negociaciones con el Presidente de la República, pues lo único que han logrado las huestes de Adelfo Regino Montes es la división de los indígenas, lo cual de entrada invalida cualquier otra acción que a través del Plan de Justicia Yaqui se quiera llevar a cabo.
Y así como ellos, hay en cada pueblo originario muchas quejas en torno al actuar de los funcionarios del INPI, a los que las leyes, civiles o internas de los indígenas, poco les han importado con tal de salirse con sus caprichos.
Y todo eso debe conocerlo el Presidente de la República, que podría tener la mejor de las intenciones pero si sus colaboradores no cumplen, entonces de nada vale tanto esfuerzo por el desarrollo de los mas pobres.
Hoy mas que nunca debe trabajarse por el crecimiento integral de la sociedad. Pero si para lograr las metas se violentan los derechos de terceros, entonces el discurso habrá sido solamente retórico.
Como siempre.
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