Más allá de discutir de implicaciones positivas y negativas de la afamada reforma, es importante reconocer el momento que vive nuestro país
Cuando Andrés Manuel López Obrador comenzó su campaña en búsqueda de la presidencia de la república un 30 de marzo de 2018, pocos pensaron que hablaba en serio cuando presentó su slogan de campaña “Juntos Haremos Historia”, lo que, en términos generales de como se venía haciendo política en nuestro país, no significaba algo más que un lema para colocarse en la mente de los votantes, empero, a unos cuantos días de terminar su mandato, lo que parecía solamente una frase ha tomado relevancia y se ha convertido en una realidad para seguidores y detractores en un país sumamente polarizado y politizado.
Si algo nos ha dejado este sexenio es la profundidad y arraigo de sus ideas y proyectos, los cuales, a diferencia del pasado reciente, reflejan el sentir de una gran parte de la población que, cansada de soluciones cosméticas en las que, parecía que todo cambiaba para seguir igual, las ideas llevadas a la realidad por el Gobierno de López Obrador buscan generar soluciones profundas, las cuales, muchas veces se han catalogado como la política del “machete” en lugar de las de “bisturí”, careciendo, según sus detractores, de tacto y ordenamiento en su ejecución.
Tal es el caso del tema del momento, la Reforma al Poder Judicial, la cual, de no haber sido por un gobierno con tal visión, nunca se le hubiera tocado un pelo a su organización, sin embargo, a raíz de la decisión del presidente, hoy, propios y extraños reconocen la necesidad de reformar y generar cambios dentro del último poder que hacía falta por reformar, el judicial, lo cual, tal como lo dice el dilema conocido en la Ciencia Política como el del revolucionario, al ser una medida drástica con cambios sumamente llamativos, genera temor, incertidumbre y enojo de manera inmediata en los afectados por dichas decisiones, mientras que, a quienes habrá de beneficiar, no logran percibir los beneficios de manera inmediata ya que, suelen ser paulatinos y divididos entre la gran mayoría.
Más allá de discutir de implicaciones positivas y negativas de la afamada reforma, es importante reconocer el momento que vive nuestro país en un cambio de gobierno ya de por sí histórico con la primera presidenta de la república en nuestra historia, sino también, que de aprobarse la Reforma al Poder Judicial, sería un antes y un después en la manera en la que se ha venido concibiendo la justicia en México prácticamente desde inicios del siglo pasado, siendo este, el único poder que se ha mantenido prácticamente intacto independientemente de los cambios políticos que ha sufrido nuestro país.
Durante los últimos días la tensión por la discusión de la reforma ha ido aumentando ya que, podemos datar que desde las declaraciones en las que el Senador del Partido Verde, Manuel Velasco, aseguró que ya contaban con los 3 senadores restantes para contar con la mayoría calificada que les permita realizar cambios a la Constitución, diferentes sectores de la población han crispado sus diferencias tales como las embajadas de los principales socios comerciales de nuestro país, Estados Unidos y Canadá, estudiantes de derecho de diversas universidades, trabajadores del Poder Judicial, miembros del Episcopado Mexicano, organizaciones empresariales, entre otros, han alzado la voz y presionado a los legisladores de oposición en el Senado, quienes hasta este momento, en su totalidad, han declarado su asistencia y voto en contra de la reforma, lo cual, significaría que dicha reforma no pasaría en los términos actuales, obligándoles a negociar y mesurar su iniciativa.
Reconocer el punto de inflexión que vivirá nuestro país en los próximos días es entender que, se esté a favor o en contra de este cambio necesario reconocido por todas las fuerzas políticas, es importante saber que pasará el día después de la aprobación o, en su defecto, el desecho de la reforma en los términos actuales, esperemos que, sea cual sea el resultado no provoque aún más encono en una sociedad que poco a poco se ha ido separando.
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