Los lunes ni las gallinas ponen, decía un antiguo adagio. En efecto, día propicio es ése para la galbana, vale decir para la pereza, la desidia, la poltronería. Los albañiles, cuyo día se celebra hoy, solían faltar a su labor todos los lunes, costumbre inveterada que los contratistas tomaban en cuenta para calcular el costo y duración de sus trabajos. Mi inolvidable amigo Jesús "El Charro" Garza Arocha, creador del famoso Saltillo Tile, precioso ladrillo para pisos hecho con el excelente barro que el suelo saltillero da, solía celebrar en horas hábiles del lunes sus reuniones amistosas. Razonaba: "Si mis trabajadores se toman ese día ¿por qué no me lo puedo tomar yo?". Hoy es la fiesta de la Santa Cruz, patrona y protectora del gremio de los alarifes, que ponían siempre en la obra que estaban construyendo una cruz de madera adornada profusamente con papel de China de colores. Me pregunto si esa tradición ha sobrevivido al cambio de los tiempos. Los católicos de viejo cuño rezaban el 3 de mayo una larguísima oración que comenzaba con el apóstrofe: "Arredro vayas, Satanás. A mí no me llevarás, porque el día de la Santa Cruz dije mil veces Jesús, Jesús, Jesús.". Y le daban veinte vueltas al rosario hasta completar el millar de veces. (Eso de "Arredro" era deformación del "Vade retro", exclamación para hacer que retrocediera el demonio). Lo que he contado, desde luego, pertenece al ayer. O, más bien dicho, al antier. Ahora ya no hay religión, se duele un coetáneo mío. Los recién casados pasaron su noche de bodas en la ciudad, pues al día siguiente debían tomar el avión que los llevaría a la luna de miel. A la salida preguntó el novio en la administración: "¿Cuánto debo?". Le informó el encargado: "Mil pesos por cada uno". El muchacho sacó de su cartera 2 mil pesos. Le recordó al oído su flamante mujercita: "Fueron cuatro, mi amor". Al mesero del restorán le llamó la atención lo que el solitario cliente decía en voz alta en su mesa: "Mi santa madrecita murió al darme a luz. A mi padre no lo conocí. Pasé la infancia en un orfanatorio. Mi juventud fue de hambre y sufrimiento. Tuve un matrimonio desdichado. Mi mujer me abandonó. A mis hijos nunca los he vuelto a ver. Ayer perdí mi empleo.". Acudió el camarero y le dijo al hombre: "¿Le pasa algo, señor?". Contestó el cliente: "El bisté que me trajiste está muy duro, y le estoy contando mis penas a ver si se ablanda". Uglicia, lo diré con la mayor delicadeza posible, era poco agraciada. Una amiga le preguntó: "La primera vez que lo hiciste ¿fue por amor o por dinero?". Respondió Uglicia: "Fue por dinero. Tuve que pagarle". FIN.
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