La elección presidencial

Actitud abstencionista

Por: Gerardo Armenta

Poco a poco la presente temporada electoral está alcanzando su apogeo en un país como el nuestro. Una afirmación como la anterior podría incluso asumirse como obvia, aunque con algunos bemoles pertinentes de por medio. Porque quizá valdría preguntarse en qué medida, por ejemplo, la política le interesa realmente a la población.

Aunque de entrada quizá también valga establecer algunas diferencias entre lo que es en sí la política y una campaña electoral en la que, como la de hoy, estarán en juego la presidencia del país, junto con una impresionando variedad de cargos legislativos y de gobernabilidad estatal y municipal. Quienes eligen para esas posiciones tendrán realmente muchas alternativas por las cuales optar.

El volumen de lo que electoralmente estará en juego esta vez se advierte más o menos cuantioso. No en balde se ha puesto de relieve que la aludida es una coyuntura especial (y difícil) para un país como el nuestro. Sin embargo, tendría por qué serlo, por más que alrededor haya efectivamente factores o evidencias que podrían empañar la jornada que está en marcha.

Sin embargo, no puede negarse que sí existe una saludable ambientación por la puesta en curso de las cuestiones electorales. Es probable que tal enfoque no tenga asideras para asumirlo como arrollador o contundente, pero lo cierto es que en principio se cuenta con la participación de dos mujeres y un hombre como aspirantes presidenciales.

Bien se sabe que Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez, están ya en plena campaña en busca del voto. Ellas y él definieron ya (y seguirán haciéndolo) el país que advierten y las estrategias o formas que utilizarían para superar la problemática que le distingue.

Podría decirse que en este sentido no hay nada nuevo bajo el sol. Parecería, a la luz de lo que hoy se está escuchando en las campañas, que el nuestro es un país que se recicla cada seis años enfrentando una y otra vez la misma problemática ancestral, aunque corregida o aumentada. La acumulación al respecto es impresionante.

Nunca será posible ni justo afirmar que todo está mal en un país como el nuestro. Pero sí llama poderosamente la atención todo lo que faltaría por hacer. Tal podría ser quizá la utilidad mayor de una campaña presidencial en busca del voto. Es decir, la oportunidad que representa para tener una visión particular o de conjunto sobre las realidades, llanas y sin maquillaje, existentes en el entorno nacional. Otra cosa es lo que ocurre cuando toma posesión el gobierno entrante que debe encargarse de resolver dicho entramado social.

Por lo demás, es notorio que hasta hoy las campañas en mención se han desarrollado de manera convencional. Y quizá con demasiado apego a las formas tradicionales existentes en la materia. Xóchitl Gálvez quiso apartarse de la rutina y asumió el extremo de firmar uno de sus compromisos de campaña con su propia sangre. La expresión es literal porque literalmente así fue.

No debe resultar muy recomendable llegar a tales extremos de convencimiento que llegado el caso podrían estimarse de mal gusto. Fuera de este inapropiado lance, el tenor de las campañas por la presidencia ha estado sujeto al tenor más o menos siempre estilado. No debería perderse de vista que el México de hoy, con sus problemas históricamente habituales, agrega otros que son fruto de la modernidad, algunos de singular gravedad.

De allí el severo o delicado compromiso personal y político de quienes aspiran a la Presidencia de la República. Hoy por hoy este cargo entraña un severo compromiso, quizá el habitual, pero matizado actualmente por los agobios de lo que se entiende como modernidad. Algo aparentemente fácil de enfrentar, pero sumamente complicado en los hechos.

Falta todavía un buen trecho para que la sucesión presidencial hoy en juego se despeje del todo. Y es perceptible un ánimo público más o menos oxigenado en relación con este proceso. Pero tampoco puede ignorarse que un reto formidable a vencer en este sentido es el abstencionismo, hasta ahora una especie de cuña que a menudo no hace brillar los alcances de la democracia mexicana.

Hoy mismo es posible escuchar diversas voces al respecto. Por más que se diga todo lo que se quiera decir en contrario, lo cierto es que la actitud abstencionista existe en un contexto electoral como el mexicano, sin importar la grandiosidad o la limitación de la elección en juego. Así ha sido hasta ahora. ¿Qué perfil hará notar la próxima vez? Eso es lo que se verá…

armentabalderramagerardo@gmail.com

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