La candidatura de Trump

El expresidente habló en ese evento por espacio de más de hora y media, actitud que le asemejó mucho a los políticos mexicanos...

Por: Gerardo Armenta

Donald Trump podrá ser todo y más lo que se dice de él, pero sin duda queda claro que se trata de un hombre con suerte, no sólo porque estaría en buen camino de volver a ocupar la presidencia de Estados Unidos. También su afortunada condición personal quedó en claro al superar casi enteramente ileso el reciente atentado ejercido en su contra. Podría asumirse que su joven agresor lo tuvo prácticamente en la mira (literalmente sea dicho) y sólo lo hirió levemente en la oreja derecha.

La suerte del agresor fue radicalmente distinta, ya que resultó abatido en cuestión de segundos por un francotirador del Servicio Secreto de Estados Unidos, un organismo policiaco de élite que en principio responde por la total seguridad de quien ocupe la Casa Blanca. Trump se repuso rápidamente del episodio ocurrido el sábado anterior en Pensilvania.

Una conclusión como la anterior se explica por sí sola con la notificación de que el jueves de esta semana Trump fue investido prácticamente como candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano. Como si nada le hubiera ocurrido, Trump habló en ese evento por espacio de más de hora y media, actitud que le asemejó mucho a los políticos mexicanos, tan dados a creer que basta con hablar y hablar (sin decir nada) para que los problemas se resuelvan un poco por sí solos.

En su discurso de aceptación como candidato presidencial, Trump fue el mismo de siempre, aunque quizá un poco menos estridente. Abordó los temas que invariablemente le han acompañado a lo largo de su quehacer político. Por ejemplo, Trump sigue pensando que su país es una especie de blanco e inocente pichoncito del que todo mundo quiere sacar ventaja a la mala. Olvida (en un juego de memoria falso e increíble) que Estados Unidos sigue siendo la primera potencia del mundo y no un país del que precisamente todo el mundo quiere y puede sacar ventaja a la mala. Esta ecuación podría formularse al revés.

De suyo, Trump suele tener expresiones ofensivas o despectivas para vecinos y aliados de su país, merecedores, por supuesto, de mucha mejor suerte en su trato con Estados Unidos. En el caso de México, por ejemplo, anunció en su discurso de aceptación de candidatura que cerrará la frontera desde el primer día de su gestión (si llega a la Casa Blanca) como una manera de frenar la migración ilegal. Esta puede ser una de sus facultades. Pero es obvio que no es posible resolver un problema creando otro.

De este lado de la frontera, existe ya desde hoy una coincidencia unánime de que habrá problemas serios con Estados Unidos si Trump gana la presidencia. Cabe suponer con gran certeza que los hechos sin duda podrían ser así. Asombra la facilidad o irresponsabilidad con que este personaje supone se pueden arreglar conflictos sociales o políticos de talante muy serio con un simple tronar de dedos. Es así porque Trump está muy lejos de ser un político más o menos con ideas elementales sobre este oficio.

Al contrario, se trata de alguien que supone que, en principio, por su mera voluntad o arranques podrá resolver conflictos propios y del exterior al solo conjuro de sus palabras y opiniones, de suyo casi siempre drásticas o viscerales. Aunque es claro que por lo demás dista mucho de ser un político profesional más o menos diestro en las cosas más elementales de este elevado quehacer. No en balde, entonces, propios y extraños observan con particular interés (además de inquietud) el desarrollo del mecanismo electoral que apenas empieza en un país como Estados Unidos.

No debe ser para menos. Y más cuando todo permite suponer (por lo menos hasta ayer) que solamente un milagro superior, o de gran talante, podría lograr la doble finalidad de que Joe Biden logre la candidatura presidencial del Partido Demócrata y luego seguir cuatro años más en la Casa Blanca derrotando a Trump. Aunque no hay nada escrito al respecto, una doble hazaña de esta naturaleza se antoja un tanto difícil de lograr. Todo mundo sabe hoy por hoy de qué clase son las dificultades que podrían dejar a Biden fuera de la contienda presidencial que tendrá lugar en su país.

Empero, él se resiste a entender lógica o razones y asume que puede vestir ropaje de contendiente presidencial. Casi nadie cree en esta posibilidad. Los hechos en contra de Biden se han venido encadenando irremediablemente. Por eso se piensa que el Partido Demócrata debe optar ya por otro candidato. Dicen que la política es así. Trump es una prueba de ello.

                       

armentabalderramagerardo@gmail.com


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