Al obregonense sólo le interesa la fiesta y el vicio, porque nunca se acaban; esto último se ha tornado en un grave problema de seguridad pública
Por: Jesús Huerta Suárez
Dicen que el pueblo donde se nace es como el primer beso, nunca se olvida, pero parece que aquí no es así, ya que tenemos muy olvidada a Ciudad Obregón, empezando por el gobierno, pasando por los ciudadanos y terminando por los empresarios y universitarios.
Es triste, pues ni siquiera nuestra calle principal, la Miguel Alemán, está en buenas condiciones: baches, suciedad, semáforos mochos y no sincronizados algunos, cafres del volante y sin siquiera las líneas de los carriles pintados. Da vergüenza.
Tal parece que al obregonense solo le interesa la fiesta y el vicio, porque la fiesta y el vicio nunca se acaban, tanto que esto último se ha convertido en un grave problema de seguridad pública, provocando la violencia que ya nos puso dentro las ciudades más peligrosas del mundo.
Además de lo anterior, tenemos infraestructura de quinta, basura en exceso, gobiernos de cuarta, ciudadanos apáticos, en sí, una sucesión de fallas que nos han llevado hasta donde estamos.
Pero, ¿qué podemos hacer para cambiar esta inercia y poner manos a la obra por el bien de nuestras familias, por el orgullo de vivir en Obregón y por el privilegio de ser del norte de México?
Para lograr esto podemos dar unos sencillos pasos al frente como ciudadanos y retomar el mandato que a menudo aparece en la Biblia que dice “Honra a tu padre y a tu madre”, (Éxodo 20:12; Deuteronomio 5:16; Mateo 15:4; Efesios 6:2, 3), pero podemos incluir a nuestra ciudad, ya que dicen que para cumplir con este mandato debemoshacer lo siguiente:
Valorarla. Honramos a nuestra ciudad y su entorno cuando agradecemos todo lo que nos ha dado y todo lo que trabajando con una misma visión podemos lograr. Tomemos en cuenta todo el potencial que Obregón y Cajeme nos ofrecen en todos los aspectos sociales, económicos y políticos. No olvidemos que estamos privilegiados y recordemos la ciudad que los pioneros nos heredaron, sin perder de vista que la hermosura de este lugar es su gente. Aprovechemos su gran talento.
Aceptar su autoridad. No queda de otra: o respetamos a la autoridad y cumplimos con nuestras responsabilidades civiles y reglamentos, o todos pagaremos las consecuencias, así que no vengamos con que no hay que cumplir las leyes, pero que la autoridad cumpla con su parte cabalmente. Es por nuestro bien.
Tratémonos con respeto. Por lo general, el respeto se ve en lo que hacemos y en cómo lo decimos. Es verdad que, en ocasiones, las autoridades no se dan a respetar, por lo que a los ciudadanos les cueste respetarlos. Aun en esas circunstancias, los habitantes de esta noble tierra podemos mostrarles decencia si evitamos hablarles o tratarlos irrespetuosamente para demostrarles que no somos iguales.
Cuidar de ella. No nos hagamos tontos, la ciudad nos necesita y nosotros a ella, hay que cuidarla y engrandecerla con nuestros actos. Hagamos todo lo que esté en nuestras manos para que las cosas mejoren para la mayoría. Veamos a nuestra ciudad y su gente, como nuestra casa y nuestra familia. A todos nos conviene.
A tu padre y a tu madre, a ellos también hay que honrarlos.
Jesushuerta3000@hotmail.com