De política y cosas peores

Nadie me quitará la idea de quién promovió, o autorizó, esa ilegal propuesta del Congreso para explorar la posibilidad de prolongar incluso un sexenio

Por: Armando Fuentes (Catón)

¿Cómo calificar, en una escala de 0 a 10, la conducta de doña Aspidia en ocasión del cumpleaños de su esposo? Yo le pondría un cero mondo, lirondo y redondo, como nos decía la señorita Sutton a sus alumnos de la secundaria. Sucede que hubo una cena en honor del cumpleañero, a la cual asistieron sus familiares y amigos. Doña Aspidia, algo achispada por dos o tres tequilas dobles que se había despachado, tomó el micrófono y se dirigió a la concurrencia: "Quisiera rendir homenaje y expresar mi más profundo agradecimiento al hombre que me ha dado su amor, su comprensión, su apoyo, y el mejor sexo que una mujer puede recibir de su pareja. Desgraciadamente él no se encuentra aquí en estos momentos". Aquel joven turista estadounidense medía 1.90 de estatura. Le dijo con admiración Pancho el mexicano: "¡Qué alto eres, hijo de la chingada!". Replicó el muchacho: "Tengo un hermano que ser 10 centímetros más hijo de la chingada que yo". Aplaudo, claro, la decisión de la Suprema Corte al declarar inconstitucional la torpe iniciativa mediante la cual los diputados morenistas y sus paniaguados pretendieron alargar dos años la presidencia de Arturo Zaldívar en el máximo órgano jurisdiccional.

Soy poco dado a teorías conspirativas, pero nadie me quitará de la cabeza la idea de quién promovió, o al menos autorizó, esa ilegal propuesta del Congreso como vía para explorar la posibilidad de prolongar incluso un sexenio. Es de reconocerse, entonces, la determinación de los ministros que frena definitivamente esa eventual intentona. Dos peros, sin embargo, ponen sordina a mi aplauso (nunca falta un pero en la sopa). El primero es la tardanza de la Corte en decidir sobre un asunto que tuvo en vilo a la Nación durante varios meses. En ese tiempo, consecuentemente, estuvo en entredicho la independencia y autonomía de la institución de cara al Poder Ejecutivo. El otro pero fue la ambigua actitud que asumió en un principio ante el asunto el ministro Zaldívar, con lo cual se allegó críticas acerbas y dio lugar a toda suerte de especulaciones. Por encima de cualquier precaución política, y sin hacer ponderación alguna sobre si su actuación agradaría o no, debió rechazar de inmediato una proposición que comprometía gravemente su calidad de jurista y su integridad personal. No lo hizo, con lo cual sufrió -y seguirá sufriendo ante la historia de la Corte- los efectos de su equívoca postura. En trance similar se colocó la ministra Ríos-Farjat al no asistir a la sesión en la cual se hizo la declaratoria de inconstitucionalidad de esa propuesta. Dio la impresión de no querer desagradar a quien habría debido su designación. Su sospechosa ausencia levantó suspicacias de todo orden. Será necesario ahora estar atentos a la conducta de esa ministra, y escrutar su autonomía y su carácter de defensora de la legalidad. Pero, bueno: al final del día -expresión muy de moda en este tiempo- el caso tuvo el desenlace que debió tener, y de eso debemos congratularnos. Lo sucedido es promisorio indicio de que no todo el campo será orégano.

Babalucas estaba bebiendo con un amigo. Le dijo éste: "No tomaré más. Estoy empezando a ver doble". Le sugirió el badulaque: "Pos no seas pendejo. Cierra un ojo". Doña Pasita y su esposo don Cholenco cumplieron 40 años de casados y fueron a una segunda luna de miel. A su regreso las amigas de ella le preguntaron, pícaras, cómo le había ido con su esposo en esta ocasión. Relató doña Pasita: "La primera vez no hallaba yo cómo contenerlo. Ahora no hallaba cómo consolarlo". FIN.

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