De política y cosas peores

Por: Armando Fuentes (Catón)

Un voto por Morena es un voto contra México. Todos los días me levanto muy temprano. Duermo poco: cinco o seis horas a lo más. Y no es cosa de la edad: ésas eran mis horas de sueño desde la niñez. Mis padres se preocupaban mucho; pensaban que sufría alguna inquietud o angustia que me quitaba el sueño y me mantenía despierto. Mi mamá me daba té de menta; mi padre, por consejo del doctor Amarillas, el médico de casa, me administraba unas gotas de un bebistrajo que entiendo contenía láudano, sustancia opiácea de sabor perverso que aún ahora me amarga la recordación. Mi abuela Liberata prescribió el rezo del rosario como el mejor recurso para inducir el sueño. Ni tisanas ni pócimas ni preces surtieron el deseado efecto: a las cinco de la madrugada ya estaba yo con el ojo pelón, según se decía antes. Ventura grande fue ésa a la que debo quizá ser lo que soy. Mientras la casa aún dormía y la ciudad empezaba apenas a desperezarse aquel muchachillo que era yo, y que tenía su propio cuarto en la casona familiar de seis alcobas, estaba ya leyendo "El Tigre de la Malasia", de Salgari, "La vuelta al mundo en 80 días", de Verne, o "Los tres mosqueteros", de Dumas. En ese par de horas, antes de que llegara la de prepararme para ir a la escuela, tomaba yo más conocimientos útiles, y adquiría mejores valores y principios que en la jornada escolar de 8 a 12 y 2 a 5. Mientras el señor Heliodoro Moreno y Valencia, nuestro maestro de quinto año de primaria, se esforzaba -me temo que infructuosamente- en enseñarnos los quebrados, que para maldita la cosa me sirvieron en la vida, yo aprendía en aquellas lecturas tempraneras y tempranas la diferencia entre el bien y el mal en el "Oliver Twist", de Dickens, o llegaba a saber más acerca de la batalla de Lepanto en la novela "Jeromín" de Luis Coloma que en los libros de historia de Malet. Hoy, este día, igualmente me levantaré temprano, pero no para ir a leer, sino para ir a votar. También eso lo aprendí en los libros: la importancia del orden jurídico, del ejercicio democrático y de la libertad. Esos tres valores sociales, sin los cuales no puede existir una vida comunitaria sana y benéfica, están amenazados ahora por Morena y por la llamada 4T, el régimen al que así denominó con desmesurada megalomanía. No votaré por la ineficiencia del Gobierno, que ha aumentado la pobreza, la inseguridad y el desempleo; que causó cientos de miles de muertos con el pésimo manejo que su administración hizo de la pandemia; por la creciente militarización del país; por la rampante criminalidad, que ahora incursiona de continuo en la vida política de la nación; por la destrucción de las instituciones y el cotidiano hostigamiento a las personas, organismos de la sociedad civil y medios de comunicación que critican su acciones; por sus proyectos faraónicos de cuestionable utilidad; por sus mentiras diarias; por sus ilegales iniciativas; por la compra de voluntades con dinero público que debería dedicarse a la realización de obras de beneficio comunitario; por su ambición de poder y dominio unipersonal; porque cada día que pasa su caprichosa voluntad se va volviendo más despótica, más dictatorial. Yo no puedo dar mi voto a la demagogia absolutista, de un populismo anclado en concepciones ya superadas en el mundo y que han arruinado a los países donde se han implantado. Lo diré en pocas palabras: no votaré hoy por Morena porque amo a México, mi patria... FIN.

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