Si alguien pensaba que nada peor podría suceder, debe explicarse que Banxico colocó en 8.50% su tasa de referencia, algo que nunca había pasado
Quizá muchos piensen que la inflación de hoy no es igual a las vividas en las épocas de gobiernos priistas, pero habrá que decirles que de todas maneras el aumento de los precios golpea el bolsillo de cada familia mexicana. Podrán salir muchos defensores o, como dijo Reyna Haydé Ramírez, “paleros”, pero la verdad es que el alza en los precios de productos de la canasta básica, lo mismo ayer que hoy está ayudando a que la pobreza de muchas personas se incremente o que la llamada “clase media” ya no lo sea tanto. O también muchos pensarán con orgullo que el hecho de que los precios de los combustibles no se hayan disparado, se debe a un buen manejo de las finanzas nacionales, pero debe asumirse que finalmente es la sociedad la que paga los platos rotos porque el dineral usado como subsidio para detener el alza, repercute en falta de recursos para otras necesidades como salud o educación. Y no es que quienes controlan las finanzas públicas sean buenas personas y por ello cubren la diferencia de los precios reales de las gasolinas sino que están pensando electoralmente porque si los combustibles se pagaran como en realidad están en el mercado internacional, el país se desdibuja y los sueños de muchos por mantenerse en el poder, se caen. Así de sencillo. Todo lo demás que se diga es charlatanería política, como se estila cada mañana. Pero si alguien pensaba que nada peor podría suceder, debe explicarse que ayer el Banco de México colocó en 8.50% su tasa de referencia, algo que no había sucedido en la historia, por mas inflaciones priistas que se hayan vivido. Eso demuestra que hay mucha preocupación por la carrera inflacionaria de los últimos meses y por lo cual se hizo necesaria esta medida, a fin de que las metas de aumento en los precios se vayan estabilizando y logren el 3% previsto por las autoridades financieras como lo ideal. Debe decirse, sin embargo, que los expertos consideran que la ruta de la inflación todavía muestra tendencias alcistas, razón por la cual “se sigue previendo que la convergencia a la meta de 3 por ciento se alcance en el primer trimestre de 2024”. Esto es, explicado con peras y manzanas, que “Banxico va perdiendo la batalla contra la inflación, pues se seguirá encareciendo el costos de los créditos en lo que resta de año y los precios aún no han tocado su nivel máximo”. Es decir, los ciudadanos de a pie, esos que no reciben su cheque mensual de las tesorerías del gobierno, sea federal, estatal o municipal, van a seguir padeciendo el incremento en los precios de los productos lo que resta de este año, todo 2023 y los tres primeros meses del año electoral. Por supuesto que los defensores oficiales van a decir que no es culpa del gobierno el incremento inflacionario sino que, como explican los técnicos de la materia, se esperan aún “la persistencia de la inflación subyacente en niveles elevados; las presiones inflacionarias externas derivadas de la pandemia; que continúen las presiones en los precios agropecuarios y energéticos por el conflicto geopolítico (Rusia contra Ucrania); una depreciación cambiaria y presiones de costos”. Pero en buen español se debe decir que quienes a diario deben llevar alimentos a la mesa para sus familias, esos términos técnicos no le ayudan en nada ni son entendibles en el argot popular sino que lo preocupante es que día a día el ir a una tienda a la compra de víveres, sale cada vez más caro. Y a eso se le suman hechos como lo que en una nota especial se denuncian en esta misma edición, porla cerrazón de los de la Comisión Federal de Electricidad para apoyar a los mas desvalidos cuando no pueden cubrir el costo del servicio. O, también, que el organismo del agua potable aumente sus tarifas con pretextos pueriles como “los medidores que están dentro de las casas no se pueden leer y por eso se aumenta el nivel de consumo familiar”. Parecen medidas “normales”, pero en la mente del colectivo social se van fijando poco a poco y aunque las nuevas generaciones no hayan vivido las crisis inflacionarias de los ochentas, parecidas a lo que hoy experimentan en carne propia, de alguna manera contribuyen al desencanto por la ineficiencia de quienes los están gobernando. Es de esperarse que ante este panorama las autoridades no tomen decisiones populistas que les sirvan para detener el golpe contra su imagen ante los posibles electores sino que actúen como estadistas para pensar, más allá de la sucesión presidencial, en la estabilidad de las finanzas familiares. De otro modo, el regreso a las crisis ochenteras al día de hoy ya no servirá de pretexto para seguir culpando al PRI de todo lo malo que sucede en este país. Quienes hoy gobiernan deben responder al tamaño de las exigencias populares. De otro modo, ni el Chapulín Colorado los salvará de su fracaso ante la sociedad y, sobre todo, ante la historia. Comentarios: franciscogonzalez.bolon@gmail.com