A los políticos mexicanos les dio por aplicar este precepto, con la pequeña gran diferencia de que lo que mi tío haga o diga no nos afecta en absoluto
Por: Jesús Huerta Suárez
Recuerdo muy bien que un tío, al que hacía muchos años no veía, me dijo durante la plática cuando nos encontramos de nuevo: “Hasta que me hice en cínico, fui feliz”; en ese momento no entendí muy bien lo qué me quería decir, hasta que conviví un tiempo con él y me pude dar cuenta a qué se refería. Resulta que de un momento a otro comenzó a ser y a portarse como realmente era, sin tapujos. Comenzó a hacer y deshacer lo que su mente le ordenaba; decía lo que le daba la gana; en sí, no había nada que lo contuviera, lo que, según afirmaba, le comenzó a abrir todas las puertas que ser reverente le había cerrado... ¡Pues, tal parece que los políticos mexicanos, también les dio por aplicar este precepto! Con la pequeña gran diferencia que lo que mi tío haga o diga no nos afecta en absoluto, en cambio, el que la clase política lo sea así, sí nos afecta, y no sólo en lo moral, sino también en lo económico.
Ellos se han vuelto unos cínicos de cuatro suelas, al grado que uno quiere el poder absoluto a costa de lo que sea, y no oculta sus pretensiones. Otros ocupan puestos públicos para los que no están capacitados y les vale lo que digas y pienses al respecto. Primero están los compromisos de campaña que los votantes. Otros dicen que sólo fueron “presos políticos” aunque miles conocen su amor por lo ajeno, mientras que otros, a cambio de dinero, mal habido, les venden horas de entrevistas con tal de que “laven” su imagen. Ya no hay pudor. Se trata de ser desvergonzados en esta nueva era del populismo en México.
Entre ellos se cobijan, nomás con que no hagas bulla todos tus pecados están perdonados. Dame y te doy; déjame llegar y te dejaré llevarte lo que quieras, y, si todo sale bien, hasta un nuevo puesto en el Gobierno te puede tocar.
Ellos no son corruptos, son perseguidos políticos y hasta esperan que les pidamos disculpas por decirles ladrones de cuello blanco. Todo lo malo que pasa en el país es culpa de otros, afirman, y todo lo bueno es resultado de su trabajo, juran. Son cínicos y les está funcionando. No tienen problema en meter a la nómina a sus hijos y familiares. Les gusta exhibir sus fortunas mal habidas porque no pasa nada, y, no solo eso, eso les da más poder, y a los que beneficiaron desde el poder, sus aliados, los que saben a ciencia cierta sus fechorías, los adulan descaradamente con tal de que los vuelvan a tomar en cuenta en sus próximas aventuras en el erario. Ya no importan las formas, ahora el fin justifica los medios. Ser cínico se ha puesto de moda, una moda muy desvergonzada, por cierto.