Estudiantes de Ayotzinapa
Por: Gerardo Armenta
El proceso electoral que hoy tiene lugar en México se está llevando a cabo en un clima que dista mucho o enteramente de ser el más apetecible en cuanto al sosiego y la tranquilidad que deberían singularizarlo. A nadie se le escapa lo que ha venido ocurriendo en distintas partes del país con episodios de violencia en extremo lamentables.
El curso razonable de un proceso electoral tiene que estar completamente alejado de hechos que enturbien de muy distintas formas la deseable tranquilidad pública y la propia del clima político. No puede ser otra la exigencia para lograr que el ambiente a que se alude quede al margen de inquietudes o sucesos que lo perturben o lo pongan en riesgo.
Por eso, en un contexto de competencia política como el que prácticamente ya tomó forma en estas alturas, se produjo el aviso de que las campañas y el proceso electoral serán objeto de un boicot por parte de los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos hace casi ya 10 años. En estas acciones participarán también estudiantes de la escuela normal de ese lugar, que está realmente en Tixtla, Guerrero.
Como es fácil entenderlo, un boicot a las campañas electorales en curso con protagonistas como los descritos, no es algo que resulte útil para la tranquilidad del proceso comicial puesto en curso. Quizá no pudo escogerse una coyuntura tan menos indicada como la descrita.
En estas consideraciones, por supuesto que hay que ver o tomar en cuenta la capacidad de movilización de los estudiantes de Ayotzinapa, junto con la de sus señores padres. De tal manera, un aviso como el que se comenta no apareja un estado de cosas que pueda resultar útil para el desarrollo de los episodios electorales de una temporada como la de hoy.
Ciertamente, algo tendría que hacerse para desactivar los posibles o casi seguros alcances de una medida como la anunciada este fin de semana. Dos son los motivos por los que los estudiantes y padres de Ayotzinapa estarían, como están, en la disposición de boicotear las campañas electorales de hoy. ¿Todas? Parecería que sí. Pero resultaría suficiente con que se ocuparan de algunas para generar una indeseable perturbación pública.
Ellos se quejan de la falta de resultados de lo que terminó por identificarse como Caso Ayotzinapa y de la tardanza en lograr una audiencia de padres de familia con el presidente Andrés Manuel López obrador. Este encuentro ya fue dispuesto por el mandatario para después de las elecciones, acuerdo que rechazado por la parte contraía. A la hora de la hora, lo único claro en todo esto es que el expediente de Ayotzinapa terminó por complicarse de una manera en verdad increíble ante la necesidad de esclarecerlo cabalmente, y así fincar las responsabilidades que procedan, como evidentemente deben proceder. Y eso que ya se va para la década de que efectivamente sucedieron los hechos. ¿Dónde estuvo la complicación o, dicho en plural, dónde estuvieron las complicaciones para zanjar este delicadísimo asunto?
La opinión pública sabe que alrededor de este episodio hay toda una confluencia de hechos oficiales que, en lugar de servir para lograr una pertinente aclaración de lo ocurrido en la denominada Noche de Iguala, dieron margen para asumir todo lo contrario con una pasmosa irresponsabilidad. Es la hora que nadie parece saber nada, por lo menos oficialmente, de lo que pasó en esa fatídica noche a la que se alude.
¿Así de gruesa o espesa debe ser la maraña de intereses o responsabilidades en juego? Probablemente. Insístase: va para una década de lo acontecido y ni siquiera la detención y cárcel del ex Procurador Jesús Murillo Karam han servido para marcar los deslindes respectivos. Cabría plantear una inocente o torpe pregunta: ¿El entonces presidente Enrique Peña Nieto nunca supo nada de lo acontecido?
Una admirable y poética canción suele postulare que la respuesta está en el viento. Pero su letra o significado no debe ser aplicable en un caso como el comentado hoy aquí. En tanto que no es así (ni debería serlo) en relación con el Caso Ayotzinapa, habrá que ver, precisamente por la falta de respuestas, cómo o qué tanto afecta al proceso electoral de hoy el boicot contra las campañas electorales anunciado por normalistas y padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, de los que nunca volvió a saberse nada.