Muere un pescador
Por: Gerardo Armenta
Apenas el pasado jueves 21 de diciembre, más de 100 pescadores de Yavaros suspendieron la captura de diversas especies. Ello quiere decir que no se hicieron a la mar. Tomaron tal determinación al conjuro de una temible evidencia. Y es que a la altura de Bachoco, en el Municipio de Huatabampo, se produjo el avistamiento de un tiburón.
Tal avistamiento ocurrió la tarde-noche del miércoles 20 de diciembre. Tres cooperativistas de Yavaros que pescaban jaiba vieron un escualo a unos 800 metros de la orilla. Ante esta situación, optaron por regresar a tierra y notificar lo sucedido. Todos los pescadores les creyeron a sus compañeros que vieron al tiburón, por lo que nadie entonces quiso salir al mar. “Y se comprende”, dijo Ramón Valenzuela Ruelas, dirigente de la Cooperativa Loma Parda.
El problema es que un pescador de Moroncárit falleció la tarde de este último viernes al ser atacado por un tiburón en el área de Tojahui, perteneciente a Huatabampo. Se llamaba Víctor Alejandro Soto García. Era muy joven. Tenía apenas 21 años de edad. El terrible y lamentable accidente ocurrió en horas de mediodía. Luis Enrique Navarro, oficial de Seguridad Pública ubicado En Yavaros, dijo que el pescador, junto con tres compañeros, salió temprano a la captura de callo de hacha.
Por lo que pudo ponerse en claro, el tiburón medía más de cuatro metros. Según el relato del oficial Navarro, atacó al pescador en las profundidades del mar y lo levantó a la superficie. El recuento de los hechos es impresionante. Los acompañantes del joven, que estaban en una panga, hicieron ruido con el motor. Sólo así fue posible que el tiburón soltara al muchacho y se alejara del lugar.
Lamentablemente, las graves lesiones corporales sufridas por el pescador le causaron la muerte. “Estamos muy tristes y consternados por la muerte de Alex”, dijo el líder cooperativista Valenzuela Rivas. Y no es para menos. No sólo el gremio de pescadores sureños debe estar hoy en consternación y tristeza. También la población sureña en general debe experimentar el mismo pesar. No ayuda a entenderlo el que en los últimos meses la ominosa o amenazadora presencia de tiburones fue avistada en aguas marítimas del sur de la entidad.
La que se comenta es, en cierto modo, una situación inédita. Porque una cosa es ver en películas aterradoras y exitosas de taquilla, la demoledora agresividad de los tiburones, y otra, muy distinta, asumir que en las playas cercanas ha aparecido el tremendo riesgo o peligro representado por asesinos que tienen como morada las aguas del mar, los que, habría que decirlo, casi nunca habían sido vistos con tanta frecuencia por estos lares sureños. Es comprensible, por ello, que los pescadores regionales hayan resuelto la pertinente marcación de todas las precauciones que impidan la repetición de tragedias como la descrita.
Es lo menos que debe esperarse. Asusta la mera referencia a una vista de tiburón cerca o lejos de una playa. Con mucha más razón los ánimos personal y público se tensan cuando se produce el ataque de un depredador de esa caracterización. Por eso la necesidad y exigencia de que se haga todo lo que se tenga que hacer para evitar o neutralizar agresiones contra seres humanos como las que se comentan. Poe desgracia, debe ser más fácil decir algo como lo anterior que llevarlo a cabo. Aun así, tiene que hacerse todo lo que esté a la mano para lograrlo.
Una trama como la aludida tiene por sí sola elementos perturbadores en los aspectos humano y productivo. Adviértase, por ejemplo, como ya quedó dicho en los renglones iniciales de este texto, cómo y por qué más de 100 pescadores de Yavaros suspendieron sus labores por el avistamiento de un tiburón. Poco después ocurrió el muy lamentable hecho significado por el ataque mortal de un escualo a un pescador. Deberá ser muy comprensible si los hombres de mar sureños deciden marcar un alto en sus tareas por lo ocurrido en Tojahui. El dirigente pesquero Valenzuela Ruelas lo dijo claramente: “Por eso es que hay miedo ahorita a esos animales (los tiburones), que son muy peligrosos. Y que aparecen siempre en tiempo de frío”.
A nadie se le puede reprochar un explicable temor de esa naturaleza. Es comprensible experimentarlo…
armentabalderramagerardo@gmail.com