Aunque difícil de "notificar", el exalcalde Sergio Pablo Mariscal acudió a responder las preguntas de los regidores por su actuar en su administración
Una de dos: o se le acabó la gasolina o bien el espacio de negociación se le achicó a Sergio Pablo Mariscal Alvarado para, al final, aceptar comparecer ante el Cabildo y explicar, si al cantinfleo se le puede llamar así, las dudas sobre su actuación como alcalde en el trienio pasado.
Y es que, de acuerdo con lo que se logró saber, el ex presidente municipal fue “difícil de notificar”.
La semana pasada, cuando el personal que fue a su vivienda contactó a una persona al interior y se le explicó la causa de la “visita”, ella dijo que no podía recibir documento alguno.
Decepcionado, el personal con la encomienda se retiraba cuando en esos momentos vieron que llegaba Mariscal Alvarado y cuando pensaban que se estacionaría para poderlo abordar, pisó el acelerador del auto y durante más de una hora anduvo dando vueltas por muchas calles de la ciudad.
Los funcionarios prefirieron dejarlo por la paz, pero se dieron cuenta de la clase de persona que dizque gobernó a Cajeme y que ayer, cínicamente, se declaró satisfecho de lo realizado durante su gestión, en la cual hubo transparencia y acercamiento con la gente (es en serio, así lo dijo).
Eso sí, no dejó de culpar a sus críticos al señalar que “hay un círculo verde” que sí ve con buenos ojos su administración y que, por lo tanto, él se queda con lo que dice la opinión pública y no la opinión publicada.
De ese tamaño, la insolencia de un hombre que se dedicó mas al pleito que a trabajar por los cajemenses. Y no hay que ir muy lejos para medir qué clase de gobierno realizó: las destrozadas calles de Ciudad Obregón y sus comunidades.
Mariscal Alvarado es un hombre preparado profesionalmente para encarar sus retos, pero en el último que le puso la vida, el de gobernar bien, no pudo superarlo mas que en su “círculo verde” en el cual se le elogió y con ello perdió el piso hasta creerse la última coca en el desierto o, como lo dijo una vez: “el gallo soy yo”.
Sería ocioso detenerse a meditar si de las comparecencias ante Cabildo el ex alcalde y quienes lo acompañaron en esos desastrosos tres años, resultará algo así como un castigo para sus yerros.
Por el contrario, entre la población existe la certeza de que la impunidad seguirá galopando, sin detenerse a ver los quebrantos a las arcas municipales, pues en todo caso hay quienes desde los puestos en que estratégicamente se les reeligió están acomodando los números para que al final se pueda decir dos más dos son cuatro.
Sigue la simulación, pues. Javier Lamarque Cano no se va a atrever a enjuiciar a uno de los de su partido porque sería tanto como darse un balazo en el pie, además de que corre el riesgo de que, si escupe hacia el cielo, salga embarrado, a pesar de que Mariscal Alvarado no es de los de su grupo cercano.
Mentiras que quieren transformar las cosas. Si así fuera, la familia de Lamarque Cano no hubiera aparecido en la nómina del pasado trienio, pues al final de cuentas se tapan con la misma cobija para asegurar resultados electorales, no tanto el bienestar del pueblo.
Ojalá y me equivoque y finalmente las atrocidades del gobierno de Mariscal Alvarado reciban una sanción. Quizá lo hagan con los peces mas chicos, pero difícilmente tocarán a quien encabezó el equipo anterior, pues entonces se pone en peligro la continuidad de Morena en el Gobierno local.
Cajeme va de desilusión en desilusión. Ayer con el PAN y el PRI, hoy con los morenistas que en algunos casos han salido peores que quienes se fueron.
Habrá que esperar otros tiempos, cuando el carisma de López Obrador ya no pese en las elecciones y en verdad se elija a gobernantes a la altura de los reclamos sociales y no simples constructores de etílicas burbujas en las que todo parece sueños color de rosa. Ojalá.
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