Abstencionismo juvenil

Ante el caso de Sonora

Por: Gerardo Armenta

Los de hoy son ya de una u otra manera tiempos con abundante coloración electoral. En esta circunstancia no influye para nada el hecho de que, por ejemplo, oficialmente todavía no se produce el registro de ninguna candidatura. Pero no pasa nada si en el entorno respectivo se producen definiciones o actitudes que tienen que ver con la materia en mención.

Debe y tiene que ser hasta positivo que, bajo ciertas premisas comprensibles en su mecánica, se hable de la situación electoral de una u otra forma. Lo que está prohibido al respecto tiene que acatarse y con eso podría quedar dicho todo, si bien no puede negarse que se han producido notorios subterfugios concebidos para sacarle la vuelta a disposiciones en la materia.

Sin embargo, en un contexto como el descrito también es posible advertir actitudes o motivaciones que resultan más positivas o estimulantes, social o políticamente hablando. Es el caso, por ejemplo, de la preocupación e insistencia oficial para que la jornada electoral venidera resulte bien vista por la ciudadanía y se produzca así una presencia cuantiosa en las urnas.

Es claro que nunca estará de más que se produzcan llamamientos o exhortaciones de esa naturaleza. En Sonora, por ejemplo, el Instituto Estatal Electoral a través de sus integrantes se está dedicando a una interesante tarea de promoción del voto. Es claro que nunca estará de más que institucionalmente se lleven a cabo esfuerzos en ese sentido. Al contrario, habría que multiplicarlos en la medida que resulte posible.

En este contexto, resulta notorio que una tarea como la que lleva a cabo el IEE tiene como destinatarios principales a los jóvenes, buscando que no se olviden precisamente de acudir a las urnas cuando próximamente tendrían que hacerlo. Hay un dato interesante: con 2 millones 326 mil ciudadanos, los jóvenes ocupan la tercera parte de la lista nominal electoral de Sonora.

Aunque en este universo hay un problema no desdeñable: los jóvenes sonorenses son apáticos al momento de ejercer el sufragio. Así lo planteó Daniel Rodarte, consejero del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana. Al ser abordado por DIARIO DEL YAQUI, dijo que durante los comicios pasados el sector poblacional de la juventud fue el que menos participó.

Igualmente señaló que, de la tercera parte que tienen los jóvenes como presencia electoral en la entidad, únicamente tres de cada diez de ellos salieron a votar. Por ello, estimó Rodarte Ramírez, en la entidad existen los índices de votación juvenil más bajos a nivel nacional. “La verdad –reconoció- es que estamos muy preocupados por el abstencionismo en este grupo”.

Reconoció que este abstencionismo de las nuevas generaciones en temas electorales es fruto de la apatía, aunque admitió que existen otras razones que lo explican en este sector de población. Admitió que hay jóvenes que no votan porque su horario laboral no se los permite, aparte de otros más que tampoco lo hacen porque viven en zonas rurales alejadas.

En efecto, todas y cada una de estas razones son ciertas. Pero sin duda la que mayormente documenta el desgano electoral de los jóvenes es su rechazo proverbial a la política y los políticos. Tal es la razón que, de una u otra forma, está en la base del desdén juvenil a los mecanismos electorales y sus protagonistas. No hay que buscarle mucho ruido al chicharrón en un asunto como el que se comenta.

Podría resultar exagerado afirmarlo un tanto a quemarropa, pero acaso podría ser demostrable con abundancia de pruebas y señales que a los jóvenes en México no les interesa la política y sus protagonistas. Hoy como ayer, una y otros sólo merecen de su parte desdén o tajante rechazo.

Acaso pueda resultar un tanto rudo o desconsiderado plantear las cosas respectivas de esta manera. Pero la pertinencia de los hechos y su cabal significado (casi histórico) no permiten objetivamente suscribir algún otro enfoque. La verdad es que en México los jóvenes siempre han tenido una abultada desconfianza ante la política y quienes la hacen posible.

Por eso es que su abstencionismo electoral (quizá no necesariamente político) es proverbial o legendario. Y hasta hoy no se ve cómo autoridades y actores en la materia podrían inducir un cambio en esta actitud juvenil. Sin embargo, no faltan quienes sostengan que los jóvenes son abstencionistas políticos por definición como una manera de eludir una responsabilidad cívica. El problema es que igualmente hay los que postulan que abstenerse electoralmente significa asumir una marcada actitud política en contra de algo o alguien.

¿En qué parte está la razón…?

armentabalderramagerardo@gmail.com

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