¿Por qué el Viernes Santo no se celebra misa?

Este día la Iglesia entra en un silencio litúrgico que refleja el luto y el recogimiento ante el sacrificio de Cristo

El obispo Felipe Pozos Lorenzini presidió esta celebración en Catedral hoy a las 3:00 pm.
El obispo Felipe Pozos Lorenzini presidió esta celebración en Catedral hoy a las 3:00 pm.

El Viernes Santo es uno de los días más importantes del calendario cristiano, ya que conmemora la Pasión y Muerte de Jesucristo en la cruz.

A diferencia de otros días del año, este día tiene una particularidad única en la liturgia católica: no se celebra la Santa Misa en ningún lugar del mundo.

Esta ausencia de misa no es casual ni un simple cambio de rutina; tiene un profundo sentido teológico y espiritual. El Viernes Santo, la Iglesia entra en un silencio litúrgico que refleja el luto y el recogimiento ante el sacrificio de Cristo.

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UN RITO CARGADO DE SIMBOLISMO Y ORACIÓN

En lugar de la Eucaristía, la Iglesia celebra una liturgia especial de la Pasión del Señor, que se caracteriza por su sobriedad, silencio y profundidad espiritual. Esta celebración se lleva a cabo habitualmente a las 3:00 p.m., hora en la que, según la tradición, Jesús murió en la cruz.

La ceremonia inicia con un gesto poderoso y lleno de significado: el sacerdote entra en silencio absoluto y se postra en el suelo, rostro en tierra, delante del altar. Esta postración es un acto de adoración, penitencia y humildad, que expresa el dolor por el pecado del mundo y la reverencia ante el misterio de la cruz.

A continuación, se proclama la Liturgia de la Palabra, cuyo momento central es la lectura solemne de la Pasión según el Evangelio de San Juan, que narra los últimos momentos de la vida de Jesús. Esta lectura se realiza con profunda solemnidad y suele ser acompañada por momentos de silencio y reflexión.

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ADORACIÓN A LA CRUZ COMO UN GESTO DE AMOR Y FE

Tras la lectura del Evangelio, los fieles participan en uno de los momentos más emotivos del año litúrgico: la Adoración de la Santa Cruz. En esta parte del rito, se presenta una cruz ante la asamblea, y los fieles se acercan, uno por uno, para rendirle homenaje mediante un gesto de veneración, que puede ser una genuflexión, una inclinación o un beso.

Este acto no es una adoración al objeto material, sino un gesto de fe y amor hacia Jesucristo crucificado, recordando que fue a través de su entrega total en la cruz que la humanidad fue redimida.

COMUNIÓN Y SILENCIO FINAL

Aunque no se celebra la misa, los fieles pueden comulgar con hostias consagradas el día anterior, en la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo.

Este detalle refuerza la continuidad del Triduo Pascual, que une el Jueves Santo, el Viernes Santo y la Vigilia Pascual del Sábado Santo como una única gran celebración del Misterio Pascual.

La liturgia concluye en silencio, sin bendición final ni canto, invitando a los fieles a mantener un ambiente de recogimiento hasta la gran celebración de la Resurrección en la Vigilia Pascual.

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