Hace 48 años, en loma de guamúchil había aproximadamente 10 niñas consagradas, ahora solo una menor de 14 años se mantiene al servicio
Por: Ana Jusaino
Luego de la llegada de los españoles, los únicos extranjeros que pudieron adentrarse a territorio yaqui en la época fueron los jesuitas, llamados por los yoremes “hombres de paz”.
Después de eso, el antiguo yaqui adoptó el catolicismo a su manera. Además del sacerdote, incluyó a su Iglesia a los maestros y cantoras, quienes juegan un papel importante como autoridad al interior de cada uno de los ocho pueblos yaquis.
En el caso de las cantoras, se realiza un ritual hacia Dios, donde la consagrada promete servir a la Iglesia según lo marca su tradición.
Así fue consagrada la señora Felipa Anguamea Molina, quien relató que desde los siete y hasta sus 55 años de edad, se mantiene al servicio de su Iglesia, en Loma de Guamúchil.
Platicó que en su niñez se debatía entre la vida y la muerte debido a una enfermedad cuyo diagnóstico no quiso revelar.
Fue en ese momento cuando su abuela ofreció a Dios consagrarla como cantora, ofrecimiento que, según los mayores de la tribu, permitió que siga con vida.
Felipa, con ánimo y compromiso, dijo que se mantiene junto al resto de las cantoras en las diversas celebraciones de la tribu, aunque eso signifique desgaste físico, sobre todo en la época de Semana Santa, donde hay mayor actividad religiosa al interior de la etnia.
“Es pesado, porque te tienes que amanecer en las fiestas tradicionales, sin dormir, llueve y truene tienes que cumplir, es el compromiso que tenemos”, comentó.
La función religiosa de una cantora, explicó, es como su palabra lo indica, cantar durante los ritos, cuyos rezos se emiten en latín. El canto es diferente y muy característico, solo las mujeres yaquis consagradas suelen desempeñarlo.